En memoria...
Hacía años que no me dedicaba de lleno a lavar ropa, solo una que otra vez, en circunstancias extraordinarias. ¡Qué lujo! La montaña de ropa se acumulaba en el cesto hasta verse como el Pico de Orizaba y de repente, ¡fum! desaparecía. Como si llegara con pico y pala, y a tiempo para evitar una erupción, Mari comenzaba a separar la ropa: la de Daniel, la de Caleb, la de Pablo, la mía; la blanca por aquí, la de color por allá, la ropa íntima, las sábanas... Poco a poco los montículos pasaban de la lavadora a la secadora y de la secadora al cesto donde Mari ponía la ropa ya doblada para regresarla a sus respectivos cajones. Mari tenía un método y era implacable: ¡Cuidado con revolver la ropa! ¡Sobre todo la de su Chavi (de la palabra chubby, que significa regordete en inglés). Ese era el apodo con que Mari bautizó a mi hijo Caleb. Mari movió montañas y no solo de ropa. Mari quedó huérfana a los 12 años y prácticamente desamparada. Tuvo que aprender a valerse por sí misma emocional y ...