Divagaciones

Casi no he escrito, pero no significa que no he relatado en mi memoria los eventos del día, las palabras oídas, habladas y calladas, así como aquello que algún día pienso escribir. He sentido, también: alegría, envidia, añoranza, inferioridad, agradecimiento, seguridad e incertidumbre. He disfrutado y admirado canciones, más que por sus ritmos por la letra de contrastes, porque así es la vida. "By His wounds, we are healed". He escrito en el aire con tinta invisible una carta a mis amigos de Facebook: que ahora entiendo, que no es jactancia, que han escogido retratar los buenos momentos de la vida y compartirlos, pero que a mí me parece injusto sonreír cuando otros lloran, mostrar los viajes que nos hemos regalado cuando otros no tienen ni para llevar a su familia a un parque y comprar a los niños un globo. Pienso en los niños que bolean zapatos o venden chicles en Iguala y miran desde un lado mientras mi hijo y mi sobrino saltan contentos en el brincolín. Y me remuerde la conciencia, se me abate el alma y me duele el mundo. Pero al menos no pueden ver nuestras fotos en Facebook... porque no son nuestros amigos. Pienso ahora en cuando le echo tierra a la tecnología con una falsa sencillez de espíritu. Digo falsa porque si bien no me interesan los gritos tecnológicos de la moda, los uso para medir mi valía y la de los demás. Gente bonita, pulida, a la vanguardia, mientras que yo, sin brillo y sin chiste. Pero también reconozco que todo depende del cristal con que se mire y si así me veo, es porque miro mal, a través un lente sacado de la casa de los espejos. No todo es pesimismo y oscuras divagaciones. Me he gozado con la amistad de mis compañeras. Pensamos diferente y mucho de lo que ellas hacen o han hecho yo no haría y espero que los míos tampoco hagan; no obstante, les agradezco que sean genuinas y me acepten como soy. Me río con ellas y de sus aventuras; las admiro por sus muy diversas cualidades y me siento a gusto con ellas. He sido bendecida también por encuentros y visitas inesperados: un pastor pentecostés que me cuenta conmovido sobre el abrazo de un Dios que nos recibe tal cual somos y como estamos, aun cuando queremos negociar. Me pinta un Dios lleno de gracia y dador de oportunidades y me gusta el cuadro. No lo hubiera esperado y caigo en cuenta nuevamente de cuán prejuiciosa soy. Me tocan a la puerta hoy dos testigos de Jehová y, para mi sorpresa, todo lo que me dicen checa con mis creencias; me siento más cerca de ellas que de otros "cristianos", con el sentido evangélico de la palabra. Mi vida está llena de altas y bajas, de bellos cuadros que he escogido no compartir y de tristes que sí llegan a la página. No es nada especial, tan ordinaria y a la vez importante como la de los demás. Pero lo que debo enfatizar, para mi propio bien, es que también contiene muchas alegrías y que también estoy orgullosa de mis hijos aun si no lo grito a los cuatro vientos cibernéticos; a mi también me dicen cosas tiernas y graciosas dignas de aparecer en un diario. Yo también amo y soy amada. Perla 17 de enero del 2015

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